lunes, 14 de octubre de 2013

Principios repulicanos

El sábado se recordaron los 200 años de la proclamación de la República del Paraguay. Fue éste el paso definitivo que consagró sin la menor sombra de dudas la independencia de nuestra nación de cualquier poder extranjero. Si bien la soberanía paraguaya estuvo amenazada en los años siguientes en un contexto de inestabilidad en la región, el 12 de octubre de 1813 quedó muy claro, de hecho y de derecho, para los propios paraguayos, que la independencia era la voluntad de todos y que era irreversible e irrenunciable. Nuestra nación asumía para su gobierno la forma republicana, inspirada en las instituciones romanas, entre ellas el consulado, compartido por el doctor Rodríguez de Francia -soporte intelectual de la Revolución de Mayo- y por Fulgencio Yegros, indiscutido líder militar del Paraguay independiente.

La fecha pues tiene doble importancia. Por un lado es la ratificación irrevocable de nuestra soberanía y, por el otro, se constituye en la primera República de Sudamérica, en tiempos en que no eran pocos los que planteaban organizaciones estatales distintas, como monarquías o imperios criollos. Los 1.000 diputados que tomaron parte del Congreso de 1813 -elegidos por “pluralidad de votos”, según crónicas de la época- instituyeron además un reglamento de gobierno -cuyo texto original fue exhibido en estos días por la Secretaría de Cultura- al que los cónsules y funcionarios del gobierno debían ajustar su conducta y por el cual se distribuían las diferentes atribuciones, incluida la creación de un tribunal de alzada para dirimir las cuestiones judiciales. Se cuenta que el fervor patriótico era tal que los diputados echaron del recinto al único de ellos que abogó tímidamente por la unión con Buenos Aires.

Al acto central de conmemoración de tan trascendental fecha para nuestra historia, con la presencia del presidente de la República y el titular de la Corte Suprema de Justicia, solo acudieron cinco legisladores. Este “vacío” de los diputados y senadores no resulta extraño a la luz de las últimas actitudes asumidas por los legisladores.

En este sentido, es todo un síntoma de la escasa vigencia de los principios republicanos en el Congreso las declaraciones del presidente de la Cámara Baja, Juan Bartolomé Ramírez, quien llamó a los diputados “80 príncipes”, cada uno de los cuales necesita un mínimo de “10 empleados de confianza” solventados naturalmente por cuenta del Estado. La negativa de senadores y diputados de transparentar la nómina de empleados del Poder Legislativo -donde aparecen hijos, hermanos, esposas, novias, recomendados y toda clase de allegados a los mismos parlamentarios- es el comportamiento de una casta que se siente por encima de la ley y de los demás ciudadanos, con privilegios y prerrogativas que están muy lejos de cualquier valor republicano.

La defensa de los miles de operadores partidarios en la Justicia Electoral y otras instituciones, el festín con recursos públicos en las pensiones graciables y la frecuente autoasignación de beneficios y remuneraciones son otras tantas muestras de una visión de la política que concibe al patrimonio del Estado como propiedad de los políticos y las autoridades. Esta visión parece más asociada precisamente a príncipes y reyes antes que a auténticos republicanos y demócratas.

Paraguay necesita encender de nuevo aquel entusiasmo patriótico de 1813, cuando con una enérgica determinación se resolvió romper las cadenas impuestas por todo tipo de amos, se encuentren éstos dentro o fuera de nuestras fronteras.

1 comentarios:

chamu.u dijo...

Cada paraguayo es un capitulo en la historia de nuestro país :)

Publicar un comentario

 
;