martes, 11 de junio de 2013

Urge que el maestro también se capacite


Mucho se habla de deficiencias estructurales que inciden en la mala calidad de la formación de los maestros. Casi con exclusividad se sindica como único responsable de esa situación al Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Muy de paso se reclama también a los gremios de maestros por no luchar por elevar el nivel de profesionalidad de sus asociados. Sin embargo, por lo general, se olvida que el docente tiene que ser el principal responsable de su formación. Ya que recibe muy escasa preparación, debería ocuparse personalmente y gremialmente de buscar los medios para superar sus crónicas limitaciones.


Por su naturaleza misma y por lo que supone como base de la formación integral del individuo, la docencia no puede ser una simple salida laboral más para la gente que incursiona en ella, sino -muy por el contrario- debería constituir la respuesta personal a una vocación de servicio.

Por ello, es inconducente pensar que una persona estudie magisterio solo con el objetivo de “trabajar” de maestra. Se supone que más allá del legítimo afán laboral, debe existir una propensión a darse a los demás por medio de la enseñanza.

A los docentes se les encomienda la joya más preciosa de una sociedad: los niños. Y de la actitud y la aptitud de esos docentes depende en buena medida la transmisión de los atributos que harán de esos niños futuras personas aptas para encarar correctamente su existencia.

Hoy -infelizmente- vivimos en el Paraguay un tiempo en que padecemos de ese tremendo mal que significa la baja calidad de la educación, hecho que pone en peligro la posibilidad de un crecimiento sustentable que nos lleve al desarrollo nacional.

Sin educación de calidad no existe posibilidad alguna de pensar en un país plenamente desarrollado. Así de grave es la cuestión.

Y en buena medida, esa mala calidad educativa deriva de las deficiencias de los docentes. Hoy vemos que los gremios respectivos pujan denodadamente por mejoras salariales -una reivindicación legítima, por demás- en cuyo afán toman medidas extremas que hacen perder valiosas e irrecuperables horas de clases a los niños, víctimas casi siempre de las pujas de los mayores.

El tema se agrava porque se suceden las generaciones, y de una defectuosa formación como alumna, esa persona pasa -en el caso de decidirse por la docencia como profesión- a una insuficiente cualidad para la enseñanza. Y el círculo vicioso se consolida y cada vez es más difícil romperlo.

Una prueba dolorosa: en febrero de este año se tomaron exámenes a unos 9.200 docentes, en el concurso público de oposición para llenar 7.786 cargos vacantes. El 65% de las maestras examinadas no alcanzó el puntaje mínimo necesario para competir. Muchos cargos continúan vacantes porque los aspirantes no reúnen el perfil.

Se puede aducir que el responsable directo de este estado de cosas es el Ministerio de Educación. También se debe achacar gran culpa a los centros de formación docente que son en muchos casos meros institutos de comercialización de títulos. Pero cada docente debe hacer un examen interior y pensar que nadie mejor que él/ella para acrecentar cualitativamente su condición de maestro.

El maestro debe comenzar por exigirse
a sí mismo. Ese será un primer y valioso paso para que todo lo demás pueda ir corrigiéndose.

http://www.ultimahora.com/notas/625708-Urge-que-tambien-el-maestro-se-ocupe-de-su-formacion

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