viernes, 12 de julio de 2013

Paraguayidades

En la cultura paraguaya existe el taryrýi. En relación a la comida, es el que extiende no sus manos sino sus garras para apoderarse de los zoquetes más gordos de la olla. No solo eso: también arrastra a su estómago el resto de lo que encuentra allí.

Si por ahí deja involuntariamente algo para los demás, ya solo queda algún sakarô pelado, un hajygue incomible o un hykuepo’i que solo sería una delicia para los perros.

El taryrýi ni siquiera piensa que él puede deglutir lo mejor de la cacerola, pero que —aunque más no sea por un vago sentido de humanidad— es conveniente también que a los demás les sobre aún algo con lo cual mantener ejercitados sus dientes.

El castellano paraguayo, tan perspicaz para re-crear la lengua de Cervantes a la medida exacta de sus necesidades locales, empastela tres palabras para hacerlas una sola y traducir taryrýi: todoloquiere. Itodolokiére péva es la expresión que retrata en cuerpo y alma a un insaciable.

Los productores de soja y otros granos que no quieren pagar impuestos son unos taryrýi, unos todoloquieren. Pretenden quedarse, per omnia saecula saeculorum, con la parte del león, con los pedazos más grandes de la carne del opíparo almuerzo que se dan ante la mirada perdida de aquellos que no alcanzarán de ellos ni la migaja del pan.

Esos que solo piensan en su prosperidad sin que les importe que los demás estén a punto de desmayarse de hambre, carecen —como mínimo— del sentido de justicia.

La justicia es dar a cada uno lo que le corresponde. Entonces, ¿cómo puede ser que alguien devore solo cuanto encuentra al alcance de sus filosas uñas, sin que comparta con los demás lo que tiene a su alcance?

El taryrýi actúa con una soberbia y una seguridad tales, que no contempla al resto. Se considera el único centro del universo. Y olvida que los pobres, aquellos desamparados por el Estado —que tendría que ser su defensor natural, dado que se supone que es un gestor de la equidad social—, los mboriahu apî, pueden rebelarse, hartos de tanta injusticia. Y que, por ejemplo, alguna vez, podría amanecer colgado del único árbol no talado del verde mar sojalero.

Es posible que el todoloquiere no tenga sentido de justicia porque esto es cuestión de sensibilidad y educación.

Sin embargo, no puede carecer de instinto de conservación. Dejarle algo al otro para que también coma y no se quede con hambre es solo cuestión de sentido común.

http://www.ultimahora.com/los-que-no-quieren-convidar-los-demas-n703465.html

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