En la semana que pasó se registró otro caso, también a la salida de una discoteca, esta vez en Asunción, sobre la avenida Boggiani. Un joven de 22 años fue golpeado y recibió un disparo de una pistola calibre 22. Por fortuna, pudo salvar la vida. Ese mismo día, en otro concurrido y muy conocido sitio nocturno, hubo una golpiza feroz contra un joven que debió ser internado de emergencia. Como sucede con mucha frecuencia en la actualidad, el ataque fue grabado y el video posteriormente subido a las redes sociales. A estos hechos hay que sumarle las constantes peleas de barras e hinchadas de los clubes de fútbol que suelen causar graves daños personales y materiales y que están protagonizadas por jóvenes que muchas veces acaban de salir de la infancia. Todos estos elementos tienen que encender las alarmas de las familias, de la sociedad y de las autoridades.
Es crucial actuar ahora con firmeza y energía para detener esta epidemia mientras todavía se halle a una escala manejable. La violencia juvenil es un fenómeno en crecimiento y que atraviesa la sociedad entera, sin hacer distinción de clases sociales, niveles culturales o educativos, lugar de residencia o formación religiosa. Es un problema que puede destruir vidas y familias y que debe ser abordado con la mayor seriedad por la ciudadanía, por docentes, líderes sociales y religiosos, referentes culturales y, naturalmente, las autoridades. El espectro de agresiones entre jóvenes es estremecedoramente amplio: desde el bullying o acoso escolar hasta las violaciones sexuales, pasando por golpizas entre alumnos del mismo colegio o de instituciones distintas o grupos enfrentados y ataques de patotas. No pasa prácticamente una semana sin que adolescentes o jóvenes sean protagonistas de alguno de estos hechos.
En ciertos ámbitos de nuestra juventud existe además una declarada exaltación de la violencia y una manifiesta incapacidad para ejercer la tolerancia y el respeto a los demás. Un ejemplo de esto es la nefasta y desconcertante moda de organizar peleas a golpes de puño y patadas entre estudiantes –muchas veces con uniformes y en los locales de escuelas y colegios–; encuentros que son filmados y difundidos a través de celulares y de internet.

la sociedad y hasta del Estado para hacerle frente.
Es necesario combatir la violencia oponiéndole la tolerancia y el respeto como condiciones indispensables de la convivencia social. En este sentido es importante fomentar la más amplia participación de los chicos y chicas en organizaciones sociales, culturales y deportivas que rompan un creciente individualismo y aislamiento –al que contribuye el uso sin control ni orientación de las nuevas tecnologías– y que favorezcan relaciones más solidarias y diversas.
http://www.lanacion.com.py/articulo/130327-afrontar-la-violencia-juvenil.html
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