viernes, 5 de julio de 2013

La Unión Europea y Mercosur

España y Portugal se beneficiaron con la integración europea. Los países más ricos (en especial Alemania, el gran pagador) decidieron ayudar a los más pobres y les dieron muchos millones para mejorar sus rutas e infraestructura en general. Así se pretendía que toda la Europa unida fuese un territorio desarrollado, para beneficio de los países asociados. No fue generosidad, sino interés bien entendido.

Ese proyecto original se ve frustrado por la crisis económica que afecta a varios países de la Unión Europea. Según Paul Krugman, ganador del Nobel de Economía, se debe a que las economías más débiles no pueden tener la moneda fuerte de Alemania. Lo señalo de paso, porque no quiero meterme en cuestiones monetarias.

A pesar de las dificultades, incluyendo la mezquindad de ciertas entidades financieras, la integración hace imposible una tercera Guerra Mundial, gracias al acercamiento entre los dos eternos rivales, Alemania y Francia. Conviene señalar que, en 1961, quince años después de la Segunda Guerra Mundial, el general De Gaulle viajó a Alemania, para dar por superado el pasado y pensar en el futuro. (Él había peleado en las dos contiendas mundiales). Los ciudadanos de la UE han recibido grandes beneficios, incluyendo la superación del chauvinismo que impulsó al fascismo y a otros movimientos extremos.

En la formación del Mercosur no dejó de pesar el ejemplo europeo. El proyecto inicial fue crear una zona de libre comercio, teniéndose en mira una mayor integración (la UE tuvo como antecedente a la Comunidad Económica Europea). El proyecto contempla la superación de las asimetrías o diferencias nacionales, para formar un bloque capaz de negociar con los demás bloques internacionales, como la UE, el TLCAN (USA, Canadá, México), e incluso China, que en sí misma es un bloque. Esto es necesario en un mundo globalizado, en el que hasta las mayores potencias dependen del intercambio económico. No se ha logrado, pero tampoco hay razones para juzgarlo imposible.

Aunque ciertas cuestiones políticas dificulten una integración ventajosa para todos, no se trata solo de la política, sino también de los factores culturales. No me refiero al grado de cultura general de las personas, sino de sus actitudes; actitudes en gran medida inducidas por la manipulación. Para dar un ejemplo: con fundamento, Jeffrey Sachs propuso auditar Itaipú. La reacción predominante fue la crítica contra Sachs, o la repetición de las quejas contra la Triple Alianza. Muy conveniente para los comprometidos con la corrupción de Itaipú, inconveniente para los ciudadanos comunes, que necesitan conocer el manejo de los bienes públicos.

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