miércoles, 4 de septiembre de 2013

Sin ética y sin perdón

Hasta hace un par de años, las noticias sobre la falta de medicamentos y de insumos básicos en el Instituto Nacional del Cáncer eran rutinarias. No constituían novedad alguna. En la administración del doctor Héctor Dami, este hospital de referencia para los enfermos oncológicos se tornó un sitio prácticamente inescrutable.
La llegada de los periodistas era rápidamente alertada por los guardias y comunicada al director, a quien no le interesaba mucho tratar con los medios de comunicación que iban en plan de verificar la situación del Instituto. Las quejas de los usuarios no paraban.
De ser un hospital con permanentes problemas de desabastecimiento, hoy nos enteramos que allí se echaron a perder grandes volúmenes de medicamentos costosísimos, algunos ya vencidos, otros a meses de alcanzar su fecha de caducidad, y que fueron comprados en cantidad industrial en el 2011.
De esta manera se dilapidó 1 millón de dólares solo con esta desidia, sospechoso negociado, maniobra impune, indolencia, despropósito, descontrol, insensibilidad, inhumanidad y, sobre todo, falta de ética por parte de quienes desde el Estado deben velar por que se optimice el gasto con cada guaraní que provenga del erario público, que es dinero de cada uno de los ciudadanos de este país. Más aún, cuando el ámbito en el que se usa es el de la saludad y en un Instituto donde la batalla para seguir sobreviviendo se pelea día tras días.
Una historia más del endeble Estado paraguayo en que el ciudadano del rebaño se pone al cuidado de los lobos.
Con mucha pena, ayer, el doctor Emigdio Idoyaga, actual director del Instituto del Cáncer, reconocía que la falta de ética de quienes estaban al frente tanto de la Oficina de Insumos Estratégicos del Ministerio de Salud como de los laboratorios condujo al negociado que abarrotó de productos el hospital. Incluso con drogas que se demandan esporádicamente, como una para el tratamiento de tumores cerebrales.
Había medicamentos hasta en el piso, contó el doctor, con lo que aumentó la indignación de quienes escuchamos su relato, de una historia aterradora que nos reconfirma la profunda podredumbre que afecta a gran parte del tejido social de este país. Hasta el presente, para esta no se ha indicado ninguna terapia.
En el caso del Instituto del Cáncer los responsables son funcionarios sanitarios –administrativos y de blanco– y empresas privadas. Una connivencia necesaria para que la corrupción se materialice y en la que, evidentemente, falló ese control interior que el individuo ejerce sobre sí mismo, y que tiene que ver con la conciencia. Por eso, tanto como el despilfarro, tenemos que lamentar la ausencia total de ética imperante.

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