viernes, 18 de octubre de 2013

El porqué del silencio...

En la cultura paraguaya mestiza, estar en el poder y desaprovecharlo es ser výro. Un soberano výro, tonto de marca mayor. El provecho, ante todo, es personal. Luego familiar. Finalmente, comunitario: para la parentela, los amigos, los vecinos y los korreli.

Por algo el refranero popular recoge esta expresión: “Okaru ha oporomongaru haguä político ojepoi korápe”. Para comer —hasta vomitar por supuesto— y dar de comer es que se tiran a la cancha.

En la concepción de muchos, política y honestidad no pueden ir de la mano. Tampoco política y ética. El político tiene que hacer valer su peso, su influencia para colocar a sus elegidos en la administración pública.

El imaginario colectivo considera que si alguien es ministro, parlamentario, presidente de un ente descentralizado, comisario, jefe, capitán, o presidente de la República —con más razón— tiene que usar su influencia para repartir el botín del Estado. Si no lo hacen, ¿para qué sirven?

Los políticos no quieren ser ni parecer výros. Al contrario, la mayoría quieren hacerse pasar por listos, inteligentes y capaces. Por lo tanto, se alinean a lo que algunos sectores sociales esperan de su gestión.

Los que logran más nombramientos, recomiendan con mayor eficacia y consiguen en un 90 por ciento lo que se les pide, son los que funcionan. Umía oiko. El resto, ndoikói y mejor vuelven a la llanura.

Las ollas de la administración pública que, a cuentagotas y solo como producto de la presión, se van destapando ratifican que muchos de los poderosos siguen utilizando sus puestos de privilegio para conseguir nombramientos.

A los que han ido agigantando la obligación salarial del Estado día a día, mes a mes y año tras año, no les importa que el 80 por ciento de lo que el Ministerio de Hacienda recauda vaya a parar a salarios, mientras 1 de cada 4 paraguayos pase hambre tal como este diario publicaba ayer al hacerse eco del Día Mundial de la Alimentación.

Estos que abarrotan de gente —ociosa muchas de ellas— las instituciones públicas, son, en parte, los culpables de la pobreza del Paraguay.

Si en vez de 270.000 funcionarios públicos solo hubiese 170.000, lo que hubiera correspondido pagar a 100.000 jatevu juru akua, se emplearía para dar más dinero a Educación, Salud, Obras Públicas, Seguridad y otros sectores postergados, porque hay que priorizar el sueldo de los parientes, amigos y demás hierbas malsanas.

El Congreso montó en colera cuando Última Hora les pidió un simple listado del personal de cada cámara. Al ver los nombres de los funcionarios y los montos impiadosos que pagamos a muchos funcionarios públicos, se explica por qué tanta resistencia para confirmar las sospechas: despilfarran nuestro dinero para financiar sus intereses.

http://www.ultimahora.com/ahora-se-entiende-que-tanto-silencio-n732517.html

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