Si no se extirpan rápidamente los tumores de la corrupción, a los hijos y los nietos les llegará un país desintegrado y moribundo. El extraordinario esfuerzo de fuerzas vivas y sanas de la nación que trabajan honestamente por mejorar la economía, la salud, la educación, la seguridad, la convivencia en paz, la imagen del país, será esterilizado por los corruptos amparados en los poderes del Estado y por los otros corruptos, los narcotraficantes, los guerrilleros delincuentes, los proxenetas y comerciantes del sexo de mujeres, de jóvenes, adolescentes y niños, por los contrabandistas, los ladrones y asaltantes criminales, que seguirán impunemente haciendo cada día más difícil nuestra vida y nuestra paz.
La enfermedad es evidente y el panorama está claro. Ante ellos hay una sola opción: cirugía y una terapia masiva y urgente.
Por muchas causas, entre las cuales hay que sumar la deficiente educación, se ha producido un hecho: la ética no está suficientemente incluida en la entraña de nuestra cultura y de nuestras conciencias.
Poca gente sabe lo que es la ética. Muchos piensan que seguramente es un conjunto de normas, que impiden ciertos comportamientos humanos, que se consideran malos, porque hacen daño.
Los que piensan así tienen una visión desorientada y empobrecedora de lo que es ética. A los filósofos siempre les ha interesado reflexionar sobre el comportamiento humano. Así han creado esta rama de la filosofía que es la ética. En el fondo, como dice Adela Cortina, la ética se ocupa del bien de los seres humanos y tiene como objetivo responder a dos preguntas: ¿qué podemos hacer para ser felices? Y ¿qué debemos hacer para que cada ser humano se encuentre en situación de lograr su felicidad? (12ª ed. 2007, 38s).
La primera pregunta les ha interesado sobre todo a los orientales. La segunda ha sido muy repensada y elaborada en occidente. Desde la filosofía griega con Aristóteles, pasando por la filosofía medieval con figuras extraordinarias como Santo Tomás de Aquino, hasta llegar a la filosofía moderna con Kant, el deber ha sido considerado constituyente esencial del comportamiento humano para alcanzar la felicidad. Kant ha sido muy sutil al hacernos ver que la felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación.
Si yo pienso que me hace feliz robar el dinero del pueblo abusando del poder en la administración pública o violando a una mujer o un niño, está claro que la reflexión y el diálogo sobre mis deberes y los derechos ajenos me harán ver que eso no es felicidad, en todo caso podría ser placer morboso de una persona inmoral, psicológica, social y humanamente corrompida.
Cuando en una sociedad abundan las personas que se nutren de placeres morbosos a costa de los bienes y los derechos de otros, esa sociedad está descomponiéndose con focos de podredumbre.
Si la sociedad no elimina lo podrido, toda ella quedará contaminada y podrida, sobre todo si la podredumbre ha entrado en los órganos vitales de la sociedad. La permisividad, la pasividad ante la corrupción es colaboración por omisión y autodestrucción.
Si siguen así las cosas, Paraguay no tiene futuro.
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